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La reconstrucción: artículo de François Hébert

Luego de leer algunas conversaciones recientes, me doy cuenta que existen varios mitos con respecto a las memorias de traducción. El principal mito es que nos volvimos esclavos de nuestras herramientas y de las agencias desde el instante en que compramos estos entornos de trabajo. Creo que el momento es adecuado para analizar el tema.

Usados correctamente, los entornos de traducción le aportan mucho al traductor. Podemos pensar en el formato automático de diferentes tipos de archivos (Excel, PowerPoint, Word, etc.), lo que es absolutamente necesario cuando traducimos productos informáticos, por ejemplo juegos de vídeo, sitios web o interfaces de máquinas complejas.

La gestión integrada de la terminología facilita y acelera ampliamente la consultación del glosario, que puede estar clasificado de diferentes maneras, por ejemplo por cliente, dominio, marca, etc.

La retranscripción automática de todos los elementos transferibles como los nombres propios, direcciones, correos, sitios web, etc., ofrece una ganancia interesante en velocidad y en precisión.

También se pueden buscar formulaciones utilizadas anteriormente que no son frases completas ni unidades terminológicas, creando así su propio "concordancer", el cual, mientras sólo contenga sus propias traducciones, es mucho más seguro que uno público, como Linguee por ejemplo.

La mayoría de las memorias también ofrecen un control de calidad el cual hace verificaciones diferentes a las de un programa de corrección, por ejemplo, verificar si el segmento de llegada contiene la terminología equivalente del segmento de partida, o si el segmento de llegada tiene los mismos valores numéricos que el segmento de partida. En fin, un "anti-ups!" que sólo puede realizarse en un bitexto.

Una memoria puede también analizar rápidamente un documento muy voluminoso para detectar el número de repeticiones internas. Un documento técnico de 1.000.000 de palabras que contiene 2000 frases idénticas no representa la misma cantidad de trabajo que un texto equivalente que no contiene ninguna repetición, análisis que sería casi imposible de realizar manualmente.

Ustedes se habrán dado cuenta que todavía no he hablado del corazón de la memoria, es decir el acceso a traducciones realizadas en el pasado. Por mi parte, las funciones mencionadas representan ya ganancias interesantes.

Las mayores ganancias en términos de productividad provienen evidentemente del reciclaje de traducciones hechas anteriormente, y es aquí que entra en juego el juicio profesional del traductor. Algunos dominios se prestan, otros no. A veces incluso una correspondencia perfecta debe ser modificada. Sin embargo, el esfuerzo cognitivo suplementario es ampliamente recompensado cuando la ganancias de productividad están justificadas. Una vez más, sólo una utilización inteligente por parte del traductor permite aprovechar al máximo la herramienta.

Evidentemente, las memorias de traducción presentan también varios peligros. Primero que todo, el traductor debe a toda costa proteger su memoria. Cuando varias personas comparten la misma memoria, ésta puede contaminarse rápidamente (traducciones fuera de contexto, falta de homogeneidad terminológica, errores de todo tipo), lo que la hace inútil, incluso nociva.

También es importante recordar que nunca somos esclavos de la herramienta. Al igual que ustedes, lamento la manera como las agencias explotan a los traductores, sobre todo cuando se trata de traducción estilo "parchado", lo que desnaturaliza completamente el texto y transforma el traductor en un técnico (o "paralingüista", como lo sugiere Sylvie Lemieux). Nótese, sin embargo, que el corazón del problema no es en este caso el uso de una memoria de traducción, sino más bien el entorno de trabajo tóxico impuesto por algunas agencias. Evidentemente, la solución más fácil es simplemente rechazar estas condiciones de trabajo y no negociar con este tipo de agencias.

La manera como trabajan estas agencias no puede hacer más que producir traducciones de calidad mediocre, pero esto parece satisfacer algunos segmentos del mercado mundial. Tratar de hacer competencia a este modelo es correr para perder, lo que explica la importancia de escoger bien su clientela para trabajar en concreto con los clientes que se preocupan por la calidad lingüística de sus proyectos y para que una traducción de alta calidad represente una inversión suficientemente rentable. Es pues nuestro deber, traductores profesionales, de recordar que no somos esclavos de nuestros clientes así como no somos esclavos de nuestras herramientas de trabajo.

François Hébert trabaja como traductor independiente. Es presidente de la escuela de formación L'Odyssée.

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